Pirineos y el país vasco: el viaje de familia de este año, primera parte

Hace muchos años en una galaxia lejana, empezaron nuestras aventuras en el extranjero. La reunión familiar dejó de ser siempre en España (aunque algunas veces sí que se hacen allí, como estos dos años de penurias, en los que no ha quedado más remedio), para pasar a Irlanda, Canadá, Francia, Inglaterra, Eslovenia, Croacia, Rumanía, Estados Unidos y se espera que este año será en Escocia, destino aplazado dos veces, que ojalá que esta sea la vencida.

Las reuniones se caracterizan por las caminatas, los líos, los picnics, los encuentros y desencuentros, pero, como sucede con las drogas duras, de alguna manera parecen causar adicción y por complicadas que resulten, nos empeñamos en seguir haciéndolas. En el fondo están bien. Es más cómodo estarse en la casita de uno con sus compañeros de piso y vida, eso seguro, pero ¿qué hay más aburrido que la comodidad? ¿No somos la raza humana una estirpe de aventureros? ¿No somos inquietos por naturaleza? Pues ahí que nos lanzamos y sálvese quien pueda.

Un par de veces hemos tenido dos casas en dos sitios distintos en lugar de una sola durante las dos semanas de convivencia y eso complica aún mas las cosas, porque hay que instalarse y desinstalarse dos veces en vez de solo una, pero claro, se cambia de marco y tiene también su atractivo y distracción.

La casa del pueblo cercano a Jaca, Ulle, en Pirineos aragoneses, estaba muy bien, bonita, con jardín maravilloso y buenas habitaciones y varios baños. No hubo ni una queja y eso es muy difícil de conseguir, os lo digo yo. Al menos yo no me enteré de ninguna, reinaban la paz y la armonía, lo que suele resultar difícil.

En la otra casa, en un valle perdido del país vasco, cerca de Cantabria, fue otro cantar. Era una casa chula pero la llegada fue un poco traumática, la gente no estaba muy convencida, la escasez de baños, la humedad y otras cuestiones nublaron un poco los ánimos y el cansancio iba haciendo mella. Pero se remontó la crisis y al final nos dimos cuenta de que no había mucho tiempo para nada y es lo que suele suceder porque se pierden los días de llegada y de salida y en medio no quedan tantos. Aunque ahondaré en detalles en el próximo post.

Eso sí, no sé por qué nos preocupamos tanto de las casas cuando estamos muy poco en ellas, uno se pasa el dia en los coches de aquí para allá por curvas y cuestas y caminos de dios en busca de bellos y sugerentes paisajes. Y de dolor de espalda, pies, piernas y de otras molestias porque ya vamos teniendo una edad todos.

A la ida íbamos los cuatro juntos, que es algo que ya no solemos hacer porque cuando los chicos crecen pues dejan de viajar con los padres y es una evolución que en el fondo, no está nada mal pero bueno, esta circunstancia hizo que pasar un par de días juntos on the road fuera atractivo e insólito en lugar de un peñazo. Me empeñé en ir a Carcassonne porque había pasado por allí viendo la ciudadela desde lejos en muchas ocasiones y tenía muchas ganas. Resultó ser mas chula de lejos que de cerca porque es terriblemente turística, una especie de parque temático y el pueblo verdadero estaba un tanto mortecino, por ser domingo. Los domingos y los lunes en Francia: tirirí. Hay que ir otros días. Pero no me arrepiento, otro lugar más.

El primer día de estancia nos fuimos al valle de Aisa, que resultó uno de los sitios mejores por estar menos lleno de gente. La excursión fue mas larga de lo previsto, como siempre pero sobrevivimos, aunque yo sufrí un par de percances (unos caballos se abalanzaron sobre mí porque llevaba la basura y uno llegó a morderme el cogote y luego en casa me atraganté con unas cortezas y lo pasé fatal, en un momento dado, no podía respirar…) que me hicieron dudar de cómo iba a acabar las vacaciones si tan mal empezaba… Menos mal que luego ya no me ocurrió nada más.

En el jardín de esa casa disfrutamos de algunas de las cenas más relajadas, distendidas y divertidas y amenas de toda nuestra historia o al menos, así me parece a mí. Claro que lo bueno que tiene el covid es que te quita de tantas cosas, que luego lo coges todo con muchas ganas y buen espíritu. Eso ayuda.

Jaca me gustó mas de lo que pensaba, entre otras cosas porque no pensaba nada, era solo un nombre para mí. A veces nos separamos y se forman varios grupos y varias excursiones, yo opté un día por quedarme por los alrededores, pasear hasta el pueblo de al lado y dar vueltas por Jaca. Es que eso de ir arriba y abajo continuamente en coche no me va, ya me hago muchos kilómetros, a veces me apetece el kilómetro cero aunque sea menos atractivo que el kilómetro 100.

Otro día fuimos a Astún a coger la telesilla y andar mogollón disfrutando de vistas preciosas, de baños de multitudes y de dolor de pies y demás extremidades. Había que ver no sé cuántos ibones (o sea, lagos), que no se acababan nunca y el camino de vuelta se nos hizo eterno. Algunos llegamos arrastrándonos y es que hay que ir entrenados a las reuniones familiares…

Otro día la cosa fue totalmente itinerante y masacrante aunque bonita. Un pueblo abandonado que ya conocíamos, luego a Boltaña a bañarnos en el río, a comer a un sitio muy bueno cerca de allí, luego a Guaso, pueblo encantador con un bar fantástico. Su esconjuradero tiene una iglesia y una vista increíbles. Y para terminar, la garganta de Añisclo, que es muy bonita y harto estrecha, pero que ya no pudimos apreciar muy bien porque uno no podía andar, el otro no podía ni hablar, el de más allá tenía sueño y el resto, hicimos lo que pudimos. Y salir de allí, con ciento veinte curvas y cuestas endiabladas, no fue uno de mis mejores momentos. Llegué a casa dándole gracias a dios pero con los ojos llenos de imágenes y vivencias. ¡Qué día más denso!

De hecho, al día siguiente, me negué a ir mas lejos de Jaca, donde vimos el museo y tapeamos y por la tarde, no hice nada, mas que dar un paseíto por los alrededores de nuestro pueblito pequeñito y a comer a su borda (especie de mesón típico), donde me lo pasé fenomenal, comí como una cerda y me reí como una poseída. Señor, es que son vacaciones, no todo puede ser esfuerzo y peregrinación.

Terminamos la primera parte de la aventura en el valle de Hecho, que es precioso aunque por cansancio, no me apunté a la última parte, la subida con la vista fantástica que solo pude contemplar en fotos. Lástima ser vaga, a veces se pierde una cosas… Caminamos mucho por el bosque arriba y abajo y ademas del picnic, hicimos unos crucigramas tirados en la hierba.

La montaña es siempre inmensa, así que siempre se quedan sitios en el tintero. Nos gustó mucho a todos, quizás alguna vez volveremos a esa casa porque de alguna manera, fuimos felices allí. Eso hacía que la etapa siguiente tuviera el listón demasiado alto y nunca es bueno. (Continuará)

Carcassone a pesar de los turistas, es muy fotogénica
Nuestro pueblito, Ulle, visto desde lo alto
Frescos románicos
Y para terminar, mi sombra sobre un campo durante un paseo en solitario

Acerca de juegodelmundo

Profesora de español para extranjeros. Vivo en Turín desde hace 20 años. Necesito escribir para comprender mejor lo que me rodea y me sucede, para poner orden en mis ideas. Me apasionan el cine (en versión original), los viajes (soy fan de los intercambios de casa), la lectura, la comida, estar con gente, las novedades. La música (aprender a tocar el piano), el teatro (en especial cuando viajo), la danza contemporánea. Las buenas series de televisión. Traducir textos junto a alumnos buenos. Conversar. Tratar de disfrutar cada momento.
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